Hay palabras ardientes
que todo lo arrasan,
incitan a echar el pestillo
para que no se extinga su llama.
Arqueando el cuerpo,
su relámpago recorre la espalda,
se ramifica como un delta
y sale al mar donde acaba.
Hay palabras misterio,
inasibles, oxidadas,
siempre existieron
aunque nunca fueron pronunciadas.
Son como gemas, pulidas y raras,
aparecen cuando menos lo esperas,
para elevar la mirada.
Palabras invisibles,
ocultas entre líneas,
convictas y marginadas,
de las que nadie supo a tiempo
porque estaban enredadas,
en la prisa, en el miedo, en la distancia.
Ni sombra de lo que fueron,
son palabras resignadas,
que saltan al vacío debidamente maquilladas.
Hay palabras amantes,
siempre dispuestas,
de las que nunca faltan
cuando uno es feliz.
Son necesarias esas palabras,
para celebrar eclipses,
para borrar distancias.
Las hay que no aman,
políticamente correctas,
de las que abundan en discursos,
informes y cartas certificadas.
Son palabras distantes,
frías y calculadas,
para sellar acuerdos,
para rendir/derrotas.
Hay palabras que odian
y viven agazapadas,
esperando el momento
de hundir su etimología
en nuestras narices despistadas.
Si no saben qué decir disparan,
indiscriminadamente,
para hacernos vulnerables,
callar y sentir nada.
Antonio Soriano Puche, Cortafuegos © 2018 Ediciones en Huida