Las cadenas de televisión tienen los días contados,
con extraordinaria precisión,
sus programas ejecutan a inocentes y a verdugos.
La muerte no es la única certeza.
Lo han dicho en el telediario.
Vivir y morir en cincuenta pulgadas de plasma saturado.
Rodamos en un campo de flores asintomáticas
y lloramos a la menor ocasión.
Los niños defenestran a sus padres como juguetes.
Si fuese posible olvidar el movimiento
el mundo sería estabulado en un box de las afueras.
Electrodomésticos, muebles, bicicletas, plantaciones de maría,
máxima confidencialidad.
Pero los músculos tienen memoria,
y una nebulosa de ideas nos incita a dejarlo todo.
Nos quedan dos telediarios y dormimos enmascarados.
Pendientes de la jaula alborotada de horas en bucle,
las estaciones se aparean como manadas de búfalos,
los perros sin dientes lamen piruletas sin azúcar.
Una lluvia de meteoritos golpea la ventana.
Siempre me gustaron los días así,
oír a los coches pisando charcos,
el cristal empeñado en mantener con vida la ciudad.
La única certeza; vivir y morir en el telediario by Antonio Soriano Puche is marked with CC0 1.0