Justicia Poética

 

 

La punta del lápiz aún chorrea sangre.
Versos abiertos en canal, metáforas diseccionadas,
palabras gravemente heridas se retuercen como rabos de lagartija.
La patrulla lingüística suda bajo el traje espacial,
despegando de la alfombra letras irreconocibles,
palabras violadas.
Metonimias maniatadas presentan rastros de violencia.
Se barajan hipótesis. Crimen pasional, a juzgar por las manchas.
¿Accidente? Poco probable.
El suicidio también queda descartado,
un poema no se quita la vida así, prefiere precipitarse al vacío.

Triste ver hipérboles por el suelo, cubiertas de moratones,
estrofas coaguladas, rimas con los ojos nublados.
Imposible reconocer, si las hubo, aliteraciones, ni anáforas.
Aunque ciertas antítesis, pese a estar desfiguradas,
podrían revelar las intenciones del poeta.
Los vecinos oyeron música electrónica, un portazo,
y al perro del segundo que no paraba de ladrar.
Después sirenas, tumultos, pasos en la escalera.
La escena del crimen permanecía intacta.
Buscaron huellas, restos de ADN entre las sábanas,
en fin, justicia poética.

Parodia, grita la prensa, los sintagmas no engañan.
Un tocadiscos gira sin pausa sobre Viva las Vegas de Elvis Presley.
Mute, dice la pantalla de televisión,
mientras Discovery Chanel entrevista a un Alien humanoide,
Huele a rosas, ambientador de rosas, y a plástico.
Largas cortinas blancas ondean en la penumbra.
Fuera, apoyado en el balcón,
el director de la Real Academia Española lanza oes de alquitrán,
quizá recordando a Adorno y su famosa frase,
o imaginando lo espantoso que sería caer
desde el vigésimo cuarto piso de aquel Hotel ⋆⋆⋆⋆⋆

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