La sensación de un velo, de un cristal entre el mundo y nosotros, de perder el control hasta ser trozos de barro maleables en un molde al azar.
Recibimos órdenes, sabemos qué quieren, cómo lo quieren y a quién agradecer nuestras pastillas diarias, pero hay algo confuso, ¿por qué estamos aquí?, ¿cuándo empezó todo?
Somos náufragos abrasados por la oscuridad, cigotos buscando la matriz. Nada nos pertenece, apenas tenemos recuerdos, pronto no necesitaremos palabras. Será lo último que perdamos. Es una exigencia, abandonarlo todo, renunciar para que su futuro se implante, ser recipientes vacíos y semillas que duermen en un nuevo tiempo donde las cosas carecerán de nombre, la única realidad. Seremos algoritmos, secuencias de números, conjuntos de variables de otros algoritmos que a su vez formarán otro mayor. Un sistema cuántico propulsado a la profundidad del cosmos.
El cosmos es como un cerebro infinito, lleno de sinapsis, de rayos gamma eyaculando dentro de galaxias, una orgía oscura donde apenas existimos. Seremos ideas desechables. Al dormir, otros algoritmos ocuparán nuestro lugar y harán exactamente lo mismo. Queremos saber si después recordaremos algo. No quiero recordar.
Llevo 672 horas despierto. Mis antepasados dormían voluntariamente. No imaginaban que todo cambiaría. Se predijo que una estrella enana chocaría con el sol. Entonces comenzaron los programas. Al principio el letargo provocaba errores, bloqueos y reinicios. No fue fácil renunciar a todo, familia, amigos, y olvidar nuestra conciencia. Sin ella nada importa. Pero así termina la historia. Evitar la colisión es imposible. Debemos afrontar el desafío y salir al espacio en busca de un nuevo hogar.
Desaparecer no es una opción, es preciso renacer, mientras todos pierden el control. Entramos en fase de locura y caos. Surgen líderes que alientan a las masas. La civilización escogida para presenciar el Fin. Arrojados al espacio, ceniza, átomos.
Tras la euforia las grandes urbes comienzan a vaciarse. Emprendemos el camino, es cuanto sabemos, el resto será borrado. Pronto dormiremos. Y al despertar se habrá cumplido la promesa.
No puedo sentir gratitud, nadie puede alterar la Arquitectura. Un viaje a través de los pliegues del espacio. Dejar que el cuerpo pase sin fricciones. Un error conduciría al desastre. Podemos ser borrados en cualquier momento, como datos corruptos. Solo es posible sentir en código binario, sin números, con las letras Y O. Fue la decisión, sentir en esa clave. Una conciencia deformada por el bien común, una mente estanca, incapaz de proyectarse fuera de sí misma. Así evitamos la locura. Los autómatas cumplen su función. Se funden con la nave si es necesario. Son hardware y software. Materia y pensamiento. Los humanos, solo datos, programas ejecutables. Nuestro cuerpo no nos pertenece.
Para avanzar invertimos el espacio. Como una antigua fotografía en negativo. El vacío es denso y los cuerpos celestes grandes agujeros. Hundidos en el cosmos pegajoso y cambiante anticipamos eventos que podrían destruirnos. Confinados en naves, algoritmos que no pueden soñar, datos precisos, perdimos nuestra humanidad. Nada volverá a ser lo mismo.
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