Hay mucha diferencia entre cualquier tema de Vital Remains y Dubplate fi dem, de Mungo´s Hi Fi. Y ese salto lo había dado Nico, después de los veinte años, lentamente. Un contraste que podría ser mayor, si comparamos el Icons of Evil con Blood and Fire de Jah Zebi, o con Mozart, o con Ustad Asad Ali Khan, si queremos superar los sonidos estrictamente contemporáneos. Por un lado guitarras machaconas y frases satánicas, por otro, bases electrónicas, percusivas y pretendidamente liberadoras, vibraciones como un puente a lo divino. Pero para quienes repudian ciertas palabras, por considerarlas vacías, hablaremos de espiritualidad. Una dimensión que va más allá de tener disponible red wifi, una buena nómina o dejarse llevar por consignas políticas. ¿Cómo lo había hecho? Ni él mismo podía creerlo. Pensaba que tenía que ver con la capacidad de controlar sus emociones. Los pensamientos se traducían en acordes y ritmos. La harmonía era una imagen en el espejo. Un día desesperado reflejaba cacofonías y lo rompían en mil pedazos. En el instante perfecto, cuando todo encajaba, los deseos podían esperar, trasmutados en sonido de sitar, en cantos bhajan, en tabla hindú resonando en el pericardio. Entonces no había vuelta atrás. Los videoclips de bandas pop o rock indie eran poses acordes a los tiempos. El caos que ciertos grupos como Asian Dub Foundation o Masala Sound System introducían en la prístina luz oriental, mezclando el punk y la electrónica con la música tradicional, era algo difícil de encajar. ¿Y el reggae? La pasión de Marcos, un compañero de la universidad, le hizo apreciar la música del muelle, el baen, baen, baen repetitivo. Estilo peculiar, donde todos los temas se parecen cuando no estás acostumbrado. Sin embargo tienen espíritu. Algo que trasciende, ciertas vibraciones. Y eso le daba sentido. Escuchaba los bajos hipnóticos y algo destacaba, la energía positiva. Cuando estuvo preparado pasó al siguiente nivel; el dub. Complicado para muchos, con tantos echos y reverbs, centrarse en el mensaje original y unitario. Podía parecer una parodia. Pero a Nico le fascinaban los potentes graves. Si una música estaba destinada a resquebrajar los muros de la injusticia, sería el dub. Antes pensaba que las guitarras desgarradas harían el trabajo sucio, pero no, se equivocaba. Sus amigos eran de la vieja guardia, se resistían al cambio. En los conciertos de dub, vio a muchos seguidores de la escena punk rock. El mensaje rastafari parecía estar calando, sin adrenalina ni litros de alcohol. Empujarse en las primeras filas tampoco era necesario. Solo, llegado el caso, un poco de hierba para conectar. Pero había contradicciones. El reggae canta a Jah, y sus temas a veces son oraciones. Muchos cantantes sostienen la biblia. Por eso le hacía gracia ver a tantos punkies bailando reggae. Casi todos sus amigos eran ateos. Los tiempos cambian. El rock & roll parecía acabado, y solo había una salida, las Sound Systems. Ya lo decía Bob Marley: “Its a punky reggae party”.
«Un hombre de su tiempo» Antonio Soriano Puche